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¡Plantamos 3600 nuevas araucarias en el bosque junto a más de 100 voluntarios!

Emprendimos viaje a Ñorquinco, Neuquén, al único bosque de Araucarias araucanas (pewen en mapuche) del mundo, ubicado al norte de la Patagonia andina chileno-argentina. Junto al equipo del Parque Nacional Lanín (PNL) y decenas de voluntarios, plantamos 3600 plantines para restaurar un área afectada por un incendio en 2013.

 

Por María Gómez Peracca

El Pewen (Araucaria araucana) es una conífera perenne que existe hace 300 millones de años. Dominante en la época de los dinosaurios (de hecho, formaba parte de su alimento diario), este árbol es algo así como un “fósil viviente”. Quedó encerrado en lo que hoy llamamos Cordillera de los Andes, al norte de la Patagonia andina chileno-argentina, un área de 400.000 ha. Es el único, de las 19 especies que existen (todas en el hemisferio sur), que ha evolucionado en clima frío, mucho antes del surgimiento de los mamíferos, de las aves o de las plantas con flor, nos dirá luego Javier Sanguinetti -biólogo del Departamento de Conservación del PNL y uno de los referentes del Proyecto Pewen- en una charla nocturna en el salón de una escuela. Estamos sin duda ante un árbol muy especial.

“Pen” deriva de la palabra mirar, observar, y “wenu”, de cielo.  Para el Pueblo Mapuche (o “pewenche”, que significa “gente del pewen”) estos son los árboles que miran al cielo, en alusión a la forma que tiene la copa de un ejemplar maduro. Desde hace miles de años conviven con él, consumiendo sus piñones, resina, corteza y ramas para sobrevivir, desarrollando conocimientos y saberes tradicionales asociados a estas coníferas, al punto tal, de transformarse en el centro de su cosmovisión espiritual.

Hay araucarias de muchos tamaños: cuanto más arriba en la montaña, más altas, que es lo mismo a decir más viejas, milenarias. Son de circunferencia ancha, hasta dos metros y medio, y una altura de 50m. Pueden tener más de 1200 años. Más abajo, a orillas del Lago Ñorquinco, donde plantamos, son de menor altura, ¡pero de 400 años! Algunas vencidas por incendios. Hay también muchas bajitas. Tan bajitas que confunde, pero pueden tener ya unos cincuenta años. Crecen lento. Muy lento. Hay algunos individuos tan escondidos entre las montañas, que nunca les ha llegado el fuego. 

¿Qué está pasando con el pewen? 

El Pewen evolucionó bajo la influencia de incendios poco frecuentes y de baja severidad. Esto le permitió desarrollar adaptaciones al fuego, como una corteza gruesa, un tallo libre de ramas o una copa elevada. También se las ingenió con estrategias de regeneración: rebrota luego de las llamas. Sin embargo, en la actualidad, dichos incendios se volvieron más frecuentes y severos,  debido a factores como el cambio climático, el uso de la tierra o las invasión de exóticas, como el pino (“el que no salta es un pino”).

En el 2013, un incendio severo calcinó 3500 ha de bosque en el área de Ñorquinco, atentando contra su regeneración natural, al eliminar árboles semilleros y ejemplares jóvenes de la zona. Un año antes, la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN) declaraba al pewen en “Peligro de Extinción” por su escasez y por la gravedad de los problemas de conservación que lo amenazan. Nuestra alianza con el Proyecto Pewen tiene como objetivo contribuir a su recuperación.

Proyecto Pewen

El Parque Nacional Lanín es el único en Argentina que protege esta especie, ocupando el 32% de toda la superficie de áreas protegidas entre Argentina y Chile. El Proyecto Pewen tiene como propósito conocer y entender cómo funciona el ecosistema de esta especie y volcar ese conocimiento en su manejo,  protección y conservación: un diagnóstico integral sobre aspectos ecológicos, genéticos, productivos, socioeconómicos y culturales. “Nosotros lo que hacemos es vincularnos entre investigadores para que la ciencia no quede en un paper solamente, no quede en un cajón. Tratar de usar esa información para el manejo y la conservación” dice el biólogo. Para fortalecer el proyecto, el PNL se puso en contacto con Amigos de la Patagonia, firmando un convenio de colaboración por 5 años, para trabajar juntos en la recuperación de las araucarias. Acá estamos todos juntos, llenando el suelo de plantines.  Lo demás es historia.

Nuestro viaje de plantación

El martes 20 de septiembre salimos de Buenos Aires camino a Neuquén capital. Un centenar de voluntarios, Amigos de la Patagonia y el PNL, llevando a cabo una plantación para restaurar parte de este bosque incendiado en Ñorquinco. En nuestra escala camino a la cordillera, nos hospedó el Comando de la VI Brigada de Montaña . No podríamos haber planeado ser parte de una formación militar, del izamiento de la bandera con una banda a todo trapo o de la lectura de la orden del día del batallón, pero ahí estábamos el miércoles a la mañana, despertando en cuartos de cuartel. dando inicio a nuestra misión. No sabíamos hasta ese momento que algo en común nos unía con ese ejército: preservar los recursos naturales.

Nos encontramos con los primeros voluntarios en la vereda de nuestros anfitriones, calle Avenida Argentina. Desde allí salimos repartidos en un minibus, camioneta y tracker, a la escuela-casa por los próximos días: Escuela 72 Lonco Mula. En el camino, una parte del equipo se desvió a LM Neuquén, un canal de tv local, a contar lo que nos proponíamos hacer en la zona.

Seis horas más tarde éramos muchos compartiendo en un gran salón a la vera de la montaña: de dónde veníamos, cómo llegamos, qué hacíamos ahí. Éramos como 45: una misionera, una sanjuanina, un neuquino; una artista, la ceramista, el fotógrafo y la cantante; los brigadistas y los científicos; el fabricante de medias; la amante de los árboles y el que veía nieve por primera vez; cocineros, estudiantes, yoguis y scouts; los hacedores de sidra y la familia. De aquí en adelante, todas las tareas serían realizadas por equipos divididos con nombres de árboles nativos (“aguante el equipo lenga”), para vivir en armonía y cumplir con el cometido. En un par de días seríamos íntimos mirando estrellas fugaces en un cielo colmado y limpio.

El primer día de plantación arrancó luego de un desayuno multitudinario. Nos repartimos en autos y emprendimos camino a la casa de Nicolás, el guardaparque, a 2km. Desde allí subiríamos cuesta arriba, entre la nieve, hasta el punto indicado. Teníamos palas, guantes, mochilas, fruta, mucho abrigo y algunas cámaras de fotos. Teníamos muchos plantines, germinados en el Vivero Comunitario de Ruca Choroy, amontonados en la ladera, esperando ser ubicados por fin en algún punto de esa inmensidad.

Javier nos dio una charla introductoria, las primeras indicaciones. Hay gente que plantó antes. Hay gente que se asoma por primera vez y que no sabe bien, incluso, a qué vino. “Hay que poner los plantines en la tierra hundiendo el cuello hasta lo verde en el pozo. Hay que taparlos de tierra y apretar, de otro modo, la helada o la sequía pueden expulsarlos”. Todo lo que sabemos sobre este árbol, lo sabemos por Javier, el científico amante del pewen. Pobladores, recorredores, estudiantes de la Tecnicatura en Gestión Ambiental y del Profesorado de Biología de Aluminé, brigadistas nacionales y provinciales, técnicos de la Dirección de Bosques del Neuquén y de la Intendencia del parque y voluntarios de la Asociación Amigos de la Patagonia. Éramos muchos. El lonco, referente de la comunidad mapuche, nos dio la bienvenida. Aquí, la ciencia y la cosmovisión trabajan en conjunto.

Vamos rápido. Plantamos en equipos. Hay cinco: el “Lenga”; el “Coihue”, el “Araucaria”, el “Ñire” y el “Alerce”. Cada uno en un punto estratégico de la montaña. Los “poceros” van adelante metiendo pala, gritando “pozo” a medida que avanzan. Otros corren detrás con plantines, hundiéndolos en la tierra, llenándolos de vida. Mientras, Marcelo Castro– miembro del Instituto de Investigaciones en Biodiversidad y Medioambiente (CONICET)- realiza, junto a su equipo, mediciones de plantines puestos en mayo,  a fin de evaluar cómo vienen creciendo, qué condiciones son mejores, cómo podemos plantar más eficientemente. 

Temprano el segundo día buscamos 500 plantines de resfuerzo en el vivero. Habíamos plantado más de lo esperado. Cargamos todo de nuevo y subimos la montaña. La bruma y húmedad instaladas en el paisaje dieron paso a un sol de mediodía. Plantamos todos los plantines. Comimos todos juntos, entre risa y cansancio, arroz con verdura y chocolate. Ubicamos el último plantín que fueron varios porque siempre aparecía algún otro escondido. 3600 Araucarias araucanas se suman a las más de 12 mil puestas en dicho bosque. Tomamos sidra de pera en la montaña. Festejamos e hicimos un minuto de silencio, metiendo los pies en el agua helada del Lago Ñorquinco. Sacamos fotos y filmamos videos con los chicos de Ecosound para los sponsors. Realizamos una actividad lúdico participativa sobre educación ambiental junto a Julieta y Stephie, de Educación de la AAP. Compartimos la experiencia vivida, brindando con historias. Antes de dormir, vimos estrellas fugaces y constelaciones desde el puente. Como si fuera poco, separamos los residuos generados de todos los que convivimos en la escuela los días de plantación, y los depositamos en el ECOPUNTO de Zapala, instalado allí por Amigos de la Patagonia junto a la Legislatura de Neuquén y Pan American Energy.

Volvimos con el pecho inflado de amor, por el entorno, por los plantines, futuros árboles (¿llegarán a mirar el cielo?), que ahora reposan en tierra, por las personas que se sumaron al viaje y al proyecto, que crece cada vez más. El pewen es un árbol muy especial, teniendo en cuenta su importancia ecológica, su valor histórico, social, cultural y espiritual. Miles de millones de años atrás, un árbol especial comenzaba a dar sus primeros pasos por esta tierra, adecuándose al entorno y siendo parte clave en él. Hoy transita momentos difíciles, afrontando condiciones desconocidas, abrasivas para su supervivencia. Hoy, también, un grupo de personas lo investigan, hacen alianzas, se enredan, contribuyendo a su entendimiento, cuidado y protección. Cada vez somos más cuidando este bosque único de coníferas ancestrales.

Vos también podés ser parte. 113 personas plantamos 3600 araucarias en dos días. ¡Imaginate cuántas más podríamos poner si te sumas!

Yo no escribo

No soy un hombre

Pero, en mi bruma, conozco muy bien la inmensidad

Son mis ramas

Mis aguas

Mis antepasados

Y qué feliz la verdad de este sueño fugaz

(Dos murciélagos, Spinetta, 2003)

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Desde el 2018 realizamos plantaciones en distintos puntos de la Patagonia y en apoyo a la Reserva Natural Pilar.

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